LA FELICIDAD COMPARTIDA



No hay felicidad mas grande que compartir esa felicidad con los demás, y si tienes buen carácter mucho mejor. Yo creo que tengo la suerte,  como otros muchos, de no tener que estar peleando con el mal humor. Aunque quizá tengan mas mérito los que no tienen esa suerte, y tienen que esforzarse por controlar su mal genio. 

Mi padre era otro privilegiado. Cuando nacía un nieto, se comentaba; qué mono es el niño o la niña... A ver si tiene buen carácter, decía él. Le daba mucha importancia al carácter. Yo también creo que es importante. Ese don es una ventaja para encontrar la felicidad, esa felicidad que va y viene, y muchas veces hay que coger al vuelo para que no se escape. 

Hay muchas maneras de compartir la felicidad, por ejemplo ayudando a los demás. A veces lo tenemos a nuestro alcance y no hacemos caso o no lo queremos ver porque nos da pereza y lo dejamos pasar. Y así nos quedamos, perdiendo una oportunidad de sentirnos bien con nosotros mismos. 

Hay muchas personas que se desviven ayudando, implicados en grandes causas. !Qué mérito! pero también se puede ayudar con pequeños detalles; Dando una sorpresa o un regalito a alguien que no lo espera, llamando a alguien que sabes que lo agradece, sonriendo a esos padres que pasean a un hijo enfermo, o a esos que vistieron a su hija de princesa y les encanta que les digas; qué niña tan guapa y qué vestido tan precioso!. O conversar con el viejecito que siempre está en el banco de la plaza y que espera que se siente alguien a su lado para contarle sus interminables batallas, y despedirte con un beso y decirle : qué interesante y entretenido es usted. O esa señora con la que siempre tropiezas cuando sales a la calle, y te agarra para que le digas que está muy guapa y se queda tan feliz.





Voy a seguir recordando e intentando compartir felicidad, ya veréis cuando pase el tiempo como también os gustará recordar a vosotros y seguro que os alegrará recordar momentos en los que hicisteis feliz a alguien 

Os contaré la historia de la medallita. Me la regalaron mis padrinos el día de mi primera comunión. La hice a los seis años con mi prima y con mi hermano que tenía cinco. Se celebró en la capilla de La Caeira. La víspera fui a confesarme, pero antes de terminar sin que me dieran la absolución, salí corriendo... El cura al ver que me escapaba, salió también corriendo detrás de mi hasta que me alcanzó y me volvió a llevar al confesionario para rematar la confesión. (De esto no me acordaba, me lo contó mi prima que tiene muy buen memoria), yo solo recuerdo la medallita. 

Me la guardaba mi abuela en un estuche para que no la perdiese , y lo metía en un cajón de su tocador en el cuarto de baño. Mi mayor felicidad era cuando la abuela me dejaba la medallita un rato, y yo me la ponía para mirarme en el espejo, como me gustaba! y qué contenta se ponía la abuela mirándome de reojo y viéndome tan feliz. Pero después de un tiempo, de pronto la abuela empezó a darme largas. Me decía; hoy no, por lo que fuese, y yo no entendía nada. Hasta que un día me dijo con pena que las medallitas se las habían llevado con todo el oro a Rusia para los niños pobres, yo seguía sin entender, pero aunque era pequeña, si sabia que a algunos niños se los habían llevado llorando a Rusia. Entonces me dijeron que la medallita se la pondrían a una de esas niñas en su primera comunión y así consiguieron consolarme e incluso, una vez superado el disgusto, hacer que me sintiera bien cuando  me imaginaba que podía haber ayudado a que una niña dejara de llorar.



Qué cariñosa, qué buena y qué humilde era mi abuela. Su misión en la vida era ayudar y ver contentos a los demás. Contaban que cuando se acercaban las fiestas en el pueblo siempre la llamaban para que aportase y colaborase en la organización, y como era su costumbre, lo hacia encantada, con flores o con regalos para los niños. Un año como novedad en las fiestas , organizaron un desfile de carrozas. La abuela mandó enganchar dos carros de bueyes, los llenó de paja, vistió a sus nietas de gallegas y las sentó entre la paja para unirse a la fila de carrozas y recorrer el pueblo tirando caramelos a los niños. No os puedo seguir contando porque no recuerdo mucho mas de ese episodio, pero imagino que contribuyó una vez mas a alegrar a los que tenia alrededor .

Cuantos pequeños detalles te pueden hacer feliz en un día. Por ejemplo el día que amaneces bien, que no te duele nada, que tienes buenas noticias de la familia, que ya tienes hasta programado el menú de las navidades y que por fin te armas de valor para ordenar los armarios y tirar toda la ropa que no te pones desde hace años. Qué felicidad ha sido acabar con esa pesadilla, y aunque terminé agotada, que bien me quedé después de llenar esa cantidad de bolsas de ropa. Estoy pensando que las llevaré a Caritas por si alguien puede aprovecharla

Hoy le decía a mi nieta que yo también soy "fan", como ella, del poder de las pequeñas acciones, y creo que esa iniciativa de hacer pequeños gestos, pequeños detalles que tal vez  puedan alegrar o dar un poco de felicidad a los demás, puede convertirse en algo muy poderoso.

Si te fijas, la vida está llena de esas pequeñas acciones que hace la gente por los demás. Ahora no estaba pensando en las que hago yo, sino en pequeñas cosas que hacen otros y que me hacen feliz a mi, por muy pequeñas que sean, e incluso hechas por los mas pequeños. En verano que es cuando mas estoy con mis nietos, soy tan feliz viéndolos tan contentos, tan simpáticos, cariñosos, buscando continuamente las gafas de la abuela que nunca sabe donde las deja. Cuando vamos a la playa, me bajan la silla y se  ocupan de que yo esté cómoda, leyendo un buen libro o vienen de paseo por la orilla con mis hijos metiendo los pies en el agua, respirando esa brisa marina que tan bien nos sienta.  

Me gusta tanto el verano que hasta me da por escribir pequeños poemas

Ese dia, que sea en verano
Los días son mas largos y hace menos frío
Que vengan todos mis amigos
Me abrazan , me besan, me tapan
y me dejan con los míos 









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