MIS QUERIDOS REVOLTIJOS


Esta vez me he liado con un revoltijo de recuerdos que os va a parecer un mercadillo. En él vais a encontrar toda clase de experiencias que me ocurrieron a mi y a todo aquel que se puso a mi alcance desde que tengo uso de razón. Solo espero que os entretenga. Lo bueno de escribir es que no tienes que dar la cara y así no me avergüenzo de lo que cuento y además si a vosotros no os interesa, podéis mandarme a paseo, que no me voy a enterar. Aunque espero que nuestra amistad dure y que me disculpéis si una ya no está al cien por cien, y me armo un jaleo organizando las historietas que os cuento de distintas épocas.



Las que mas me apetece contar son las de mi juventud, y casi siempre las de aquí, como buena gallega. No sé porqué soy tan pontevedresa, pero es que siempre,  aún cuando vivía en Madrid, soñaba con esta tierra, recordando las calles mal empedradas, la alameda, las palmeras, la herrería, hasta la estrechez de la calle real que casi tenias que bajar de perfil. Las playas , por épocas, en Sanxenxo, la playa con poca gente, todos amigos, después con niños preferíamos las playas pequeñas. Vida sana exceptuando el día del marisco, una tradición impuesta por mi marido: ¡Una mariscada al año!... y yo me echaba a temblar. Nadie sabia como comerlo excepto yo, y de aquella forma tampoco lo disfrutaba, porque no podía ni probarlo. Tenía que dedicarme a pelarlo para mis peques y para mi ocurrente marido, y por mas prisa que me daba no llegaba a tiempo para conseguir meterme en la boca ni un triste camarón. Mi plato, para cualquiera que lo viese, era para dar envidia, a rebosar de cascaras, como si me hubiera comido la mejor de las mariscadas. Y los niños tampoco la consideraban una mariscada si no terminaba como debe ser, con una buena hamburguesa. 

De niña me encantaba estar en la Caeira, pero casi mas bajar al pueblo. Se lo teníamos que pedir a la abuela, que solo nos dejaba ir en alguna fiesta especial o para la procesión de San Roque, a la que íbamos con sombrero y una vela en la mano, y si nos dejaba Josefa, nuestra queridísima niñera, nos montábamos en una barca para columpiarnos y también tirábamos de un cartucho de sorpresas . En una ocasión me tocó en esos cartuchos una sortija, ¡qué emoción!, la verdad es que en realidad era un arito con un pedrusco, pero yo no quería ni lavarme la mano para no tener que quitarme aquella sortija tan preciosa. Y qué poco me duró la alegría, ¡qué pena mas grande! Se le cayó el pedrusco enseguida y nadie me lo quiso arreglar. No os dais cuenta del disgusto, son tragedias, infantiles, pero tragedias al fin y al cabo. 

Volviendo a la Alameda, allí era donde se reunían las niñas para saltar a la comba. Era un espectáculo verlas saltar, qué pizpiretas, qué envidia me daban. Tengo grabada en la memoria a una niña que era una monería. Sus tirabuzones se movían de arriba abajo como volando, con una cara de chinita que parecía una muñeca. Claro, su madre era filipina. Pues esa niña terminó siendo mi querida cuñada, encantadora, no cabía mas, graciosa, buena y madre de mis sobrinos, que adoro. 

Ir al pueblo era lo mas. Lo malo era cuando Josefa se encontraba con sus amigas, ya que pasaba horas despidiéndose . Y la vergüenza que pasaba yo cuando ya de lejos divisaba aquel grupo de señoras que venían directas hacia mi para comerme a besos. Menos mal que tenia el delantal de Josefa para  esconderme debajo, pero pocas veces funcionaba.

Campolongo

También nos llevaban a Campolongo a casa de los tíos, ¡Qué meriendas!. Nuestros primos a su vez tenían mas primos, así que lo pasábamos en grande con tantos niños. Algunos muy traviesos trepaban por las parras y los mas atrevidos los seguíamos. Se subían a los muros haciendo gracias. Era una zona en la que había macetas de piedra. Una de ellas estaba suelta y se le vino abajo a uno de los primos. Le cayó encima de un pie cortándole los dedos a través de la sandalia. ¡Horrible!. Recuerdo a su pobre madre con los dedos dentro de la sandalia y a su padre corriendo con el niño en brazos para que lo curasen en urgencias de un sanatorio que estaba cerca. Poco a poco fue mejorando pero el pobre se quedó sin los dedos en un pie, aunque sé por sus primos que esto no le afecto para nada.

1942

Qué lejano queda todo. Nos hicimos mayores y cada uno a lo suyo, la dispersión total, pero siempre con ganas de vernos. Que genial idea cuando a alguien se le ocurrió organizar las peregrinaciones a Santiago de Compostela de toda la familia , no sé quien fue el fundador, ya que la primera la hicimos en el año 42. Las últimas las recordareis todos, fabulosas, conociendo a tantos familiares nuevos, algunos que venían del extranjero. No se si se celebrará otra, queda lejos el año Santo. Ojalá yo llegué a tiempo, sino la seguiré desde otro sitio muy bien acompañada de tantos que se fueron y a los que tampoco les dio tiempo.




2010
     


Quiero también meter en este revoltijo situaciones alegres, y en casi todas aparecen mis hermanos. Recuerdo un verano en la playa de Nanín cuando los niños eran pequeños. Yo por las mañanas cogía el coche para hacer la compra en Sanxenxo, y aprovechaba para dar una vuelta y ver a la familia . Una de esas mañanas fui a visitar a mi hermana que también veraneaba allí. Al entrar en su casa, me recibió asustada. Yo le pregunté que qué le pasaba, y me dice que han visto varios gusanillos por la casa, como pequeñas culebritas y que por algún lado tiene que estar la madre. ¡Ay si! ¡Qué miedo! le digo, pero intento tranquilizarla diciéndole que se irán por donde vinieron. Después charlando, nos olvidamos de las culebritas, hasta que veo una tremenda debajo de la mesa! . Me quedé tan asustada que no podía pronunciar palabra, solo podía decir muy bajito: la madre.... la madre... la madre... mientras me iba escurriendo pegada a la pared, hasta que salí corriendo escaleras abajo... cuando me llama mi hermana, y me tira muerta de risa aquella cosa enorme. La madre era una serpiente de plástico . Para matarla, pero cuanto nos reímos! 


De soltera, las navidades las pasaba en casa de mi hermana aquí en Pontevedra, mi padre y mi otra hermana casi siempre en Madrid. La casa de mi hermana era muy alegre, divertidísima con tantos hijos pequeños. En el piso de abajo vivía nuestra prima, que además de prima era cuñada de mi hermana y también con muchos hijos pequeños, el resultado era pura felicidad. 

Mi hermana una madraza estupenda,  como hermana no tengo palabras, y buenísima cocinera por cierto. Recuerdo el pavo borracho de nochebuena. Yo pensaba que así no sufriría el pobre , qué rico y que bien le sentaba la borrachera. Pero nada como la maravillosa y añorada "isla flotante"¡Qué postre! ¡Qué rico! y que manera de flotar aquella especie de iceberg de merengue y caramelo  sobre unas natillas deliciosas. La de veces que intenté que el mío flotase y siempre me salía un submarino. Pero en cambio me sale muy bien el flan de leche condensada metiéndolo en la olla exprés. Ya se que a ti también te salía muy bien. Qué bien se comía en casa de mi hermana y que unidas estábamos , como la echo de menos. 

Seguimos recordando las navidades, ahora que se acerca la fecha. Los protagonistas siempre los niños, pasándolas ya en mi casa de Madrid. Empezábamos a preparar las fiestas con tiempo por culpa de los anuncios que veían los niños en televisión . Juguete que anunciaban , juguete que querían, no se les escapaba uno, y a gritos, me lo pido!!, me lo pido!! y así hasta que llegaba el día, yo de madraza, comprendo que me pasaba. Teníamos poca paciencia para aguantar hasta el día de reyes, así que decidimos su padre y yo, adelantar el momento y que los regalos los pusiera de víspera Papá Noel. Así que después de cenar en nochebuena, los encerrábamos cinco minutos para preparar los regalos y salían como locos a destrozar paquetes hasta que cada uno encontraba su juguete preferido, aunque la diversión duraba poco tiempo. Lo mejor era que al día siguiente nos dejaban dormir y después ellos bajaban al jardín a presumir de regalos. 

Me daba pereza poner el árbol de Navidad (entonces eran pinos de verdad), pinchaba y había que cargar con él, adornarlo, iluminarlo y regarlo, pero quedaba muy bonito. Cuando terminaban las vacaciones había que recogerlo, ya estaban todos en el colegio o trabajando y yo me encontraba sola con todo aquello, menos mal que el pino lo recogía aquel magnifico portero que teníamos para plantarlo en el jardín. Algunos de aquellos pinos todavía existen,  y hoy son enormes y preciosos.

El nacimiento lo montaba con mucha ilusión, con toda clase de detalles y con figuritas preciosas, pastores, corderitos, musgo, serrín , un río con un puente con agua que movía una noria. Con el paso de los años, como no se reponían, iban desapareciendo las figuritas que se rompían y el río en vez de agua tenia un papel de plata, los pastores se caían del puente porque ya estaban cojos , o eran soldados de plomo de mi hijo que tenia batallones, o indios y vaqueros. Un año quise volver a recomponerlo y me fui a comprar figuras para el nacimiento. Compré las mas importantes y también una colección de pastorcillos metidos en unas cajitas muy monas que estaban de oferta. Qué ilusión, todo pimpante y al final al ir a colocar los pastorcitos, los voy sacando cada uno de su caja pero todos estaban haciendo caca. Ante aquel panorama decidí recoger todo para siempre . Ahora solo pongo el portal con unas figuritas que fui coleccionando diseñadas por Mingote y queda bonito y no me da nada que hacer.


La alegria de aquellas fiestas nunca fue mucho conmigo, por las circunstancias. La familia de mi marido en esas fiestas era reducida, lo celebrábamos con los que se quedaban que eran muy mayores y ademas también venían algunos allegados suyos que se quedaban tristes y solos, una buena obra sin duda, pero no teníamos mas remedio que participar en aquellas cenas con los niños y para ellos no era lo mas alegre. Nada mas terminar de comer o cenar salíamos pitando para distraer a los niños con algo mas divertido. Una noche de aquellas al llegar a casa encendí la televisión para ver algo entretenido que creo que necesitábamos todos, y parece que nos estaba esperando Martes y trece con la empanadilla. Nos ahogábamos de risa y nos duró hasta que nos fuimos a la cama .




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